La carne y el poder que carga

Por Jaime Sánchez Benavides
Colombia

Desintegración abstracta de la defoliación: Luis Alberto Spinetta  deconstruye "Muchacha (ojos de papel)" - La Tercera

“I got amazing powers of observation

And that’s how I know

when I try to get through

on the telephone to you,

there’ll be nobody home.

(…) I’ve got wild staring eyes

and I’ve got a strong urge to fly

but I got nowhere to fly to.

Babe when I pick up the phone,

there’s still nobody home.”

-Roger Waters

“Habremos de ser lo que hagamos,

con aquello que hicieron de nosotros.”

-Jean Paul Sartre

Lo que conocemos lo conocemos por cómo lo podemos conocer. El acercamiento de lo que podemos aprehender como “realidad” posible, está limitado por nuestra posibilidad de conocimiento finito; dado por los sentidos, la racionalidad, y en últimas la imaginación. En contraposición a las tradiciones de los textos sagrados, William Blake en su poema “La Voz del Diablo”, establece que <<El hombre no tiene un cuerpo distinto de su alma.>> (Blake, 1973, pp.6), y que <<Aquello que llamamos cuerpo es una porción de alma percibida por los cinco sentidos, pasajes principales del alma en esta edad.>> (Blake, 1973, pp.6). Pero fuera de la consideración fantasmática, ¿no es el cuerpo acaso, el saco de carne individual en el que experimentamos lo que entendemos coherentemente como <<realidad>>? Fenomenológicamente la realidad que experimentamos es el resultado del proceso ordenado de asociación socio-simbólica de nuestros sentidos y la racionalidad.

Si se lo piensa, esa fantasía simbólica, no es más que un montón de líneas con formas aleatorias, que dejaron de serlo al cumplir una función de mecanismo para la fantasía que corresponde al lenguaje; el orden simbólico. Lo que corresponde a la posibilidad de crear el mundo. Una de las muchas diferencias interesantes entre los seres humanos y el resto de animales, es la necesidad de sustento vital hasta cuando el sujeto-individuo es lo suficientemente capaz de valerse por sí mismo. Es visto en numerosas especies que habitan Gaia la corta e incluso nula asistencia de los miembros primarios que se comprenden en, o para la existencia de un nuevo ser vivo.

Esa necesidad vital de los humanos requiere un puente entre la subjetividad de la experiencia de una realidad aprehensible; el orden de los símbolos que representan las composición del mundo. El cual es impartido por los actores, sino sujetos o instituciones que más tengan autoridad y contacto con el individuo, sean capaces de cautivarle a través de instrumentos de socialización y logren integrarle a la fantasía social que se volverá inconsciente. La familia, la iglesia, las instituciones educativas, las leyes, etc.

La afirmación de Rolan Barthes de que el lenguaje es fascista, cobra sentido en cuanto se establece un reconocimiento del lenguaje como puente de la realidad. Lo que quiere decir con esta afirmación es que, fascista no refiere por impedir o limitar sino por imponer qué decir (Bayley, 1999); y lo es porque está establecida en un orden de símbolos bajo una estructura organizada. Al ser de esta manera se constituye como impositiva a causa del uso dado de aquel orden establecido, y se torna de restrictiva a opresora al estar constituida por signos que están estructurados en un sentido de legitimidad. Es decir que, se articula por medio del reconocimiento y la repetición, siguiendo un orden de significantes o juicios preestablecido; limitando en ese sentido el pensamiento. Y el pensamiento constituye en el habla, la comunicación explícita sobre la manera en que sucede mi  experiencia subjetiva de la vida. La lengua puede ser un instrumento de dominación.

En su ensayo “Desintegración abstracta de la defoliación” (1987) sobre la canción Muchacha ojos de papel, compuesta para la interpretación de la banda de rock argentino Almendra, Luis Alberto Spinetta pretende la composición de un poema erótico sobre sus sentimientos de éxtasis sexual juvenil. Aunque la exposición a un análisis en relación a la subjetividad y la trascendencia, según su ensayo, remita lo contrario a un ejercicio de amor y libertad, en contraposición a una ontología de sublimación. Lo que quiere decir que, muy lejos de ser un poema sobre la coincidencia que dio el destino en el amor y lo intenso de la suavidad del tacto en la intimidad, es una instrumentalización del deseo por medio de la imposición de la ideología. 

La canción versa que la Muchacha tiene “ojos de papel”. Como establece Spinetta en 1987, hay una necesidad de simbolizar a la Muchacha como el espacio que conforma unas características que hacen que haya “algo en ella” que la hacen única (Spinetta, 1987, pp.1), siendo la condición de ojos de papel la materialidad del nombre evocado. El papel no ve, sus ojos blindados son “violencia simbólica en procura de seducción” (Spinetta, 1987, pp.1). Constituyendo el primer paso para abrirse entre el meollo de la cuestión. La introducción de: “Sueña un sueño despacito entre mis manos, hasta que por la ventana suba el sol”, no solo es una finalidad de la dominación por parte de la subyugación de la Muchacha al deseo, sino que constituye el núcleo del descentramiento de su subjetividad. Y las siguientes líneas que componen los estribillos son la continuación de la desindividualización, ergo desnaturalización de su sujeto.

Al final del ensayo, frente al desarrollo de la noche de los participantes de Spinetta, por culpa del miedo y la culpa, se busca legitimar la conquista sobre su “Corazón de tiza” diciendo que: “Nada más atroz que la inlatencia de la tiza para un corazón al que el orgasmo curaría.” (Spinetta, 1987, pp.5). La tiza no siente y el rayón no late, las cualidades de la sensualidad del acto, son reducidas al objetivo de la relación de dominación ejercida. En primera instancia se procura que Ella sea reducida a sus sentidos. La búsqueda por acercarse por medio de la suavidad del consuelo y la aproximación del premeditado encuentro de la sensualidad, corresponde a la falsa ilusión de que esa construcción metafísica que le propone (impone), es lo que ella realmente desea. No hay una defoliación como dice Spinetta, hay una degradación abstracta de la comprensión de la realidad dada a Ella, que impide su desintegración como objeto y, por ende su sublimación como sujeto. 

Además de que es despojada de su posibilidad de experimentar el mundo por la subjetividad de sus sentidos, la objetivización hecha en los “pechos de miel” da el movimiento sobre una acción externa que reflecta el deseo. La caída del pudor es la simbolización de la necesidad de acceso sobre el otro. Sopesada sobre la relación enigmática entre la leche y la miel de la que hablaban desde el Cantar de los Cantares a los poemas dedicatorios de los Beatniks, no representa los “resarcimientos del deseo“ (Spinetta, 1987, pp.3), sino el propio reconocimiento del acceso de Él a la Muchacha como objeto y no como sujeto; a partir de su des-otredad. El “castillo con el vientre” es además de la manifestación de la procreación, la traducción manipulada de la realidad metafísica transmitida a Ella y experimentada por Él, dada a través de la comunicación de las manos.

Como no posee su capacidad de asociación iconolingüística dada por la reducción de sus sentidos, la Muchacha es obligada a que el lenguaje onírico dado por medio de las manos de su acompañante sea lo que constituye la totalidad de su realidad. “El sueño es la corporeidad.” (Spinetta, 1987, pp. 5) Sí, pero no es el símbolo que opone al lenguaje de los mundos como dice Spineta, de hecho es lo que comunica su posibilidad; el deseo no está encaminado al orgasmo de los dos individuos, está guiado al deseo y acceso de Él. Esa fantasía que ella cree que es lo que desea, el sueño, está dado por la instrumentalización de su individuo como objeto del O/otro. Y la imposibilidad de trasgresión impone la condición de dominación deshumanizante.

Como en la Sirena Varada de los Héroes del Silencio, el miedo a traspasar la frontera de los nombres está dado por la condición de su imposibilidad de realización; los individuos se ven sumergidos en las narrativas de sus contextos que inevitablemente les penetran, y en un laberinto de incertidumbre entre ellos, se ven varados. Todos estamos sumergidos en la misma prisión del deseo. Cada vez estamos más consumidos en los límites de nuestra ilusión de libertad; parece ser que el primer paso para ver la realidad realidad es alejarse para ver mejor.

El individuo como sujeto en Hegel, no surge autónomo, sino que más bien es el producto de las interacciones de su entorno, que van formando la red el individuo. Yo, como individuo concibo mi identificación a partir de la asociación de la experimentación de mis sentidos con la interacción simbólica de mi cuerpo (yo real), la unión de cuerpo y mente; convirtiendo al individuo en un sujeto cambiante con respecto de la interacción con su realidad. Al ser dictaminada mi narrativa propia, mi ego, por esa realidad anterior a mi y que me supera, debe ejercerse una mediación que abra al individuo a ser sujeto a una constante descentralización de su identidad. La autocastración entonces surge como la posibilidad para la creación de un “Yo” por medio del movimiento dialéctico. La autocastración del individuo determina la condición del sujeto de adelante para atrás a partir de los elementos de los que emerge, convirtiendo los elementos previos, en momentos de subordinación. Siendo el sujeto al que es sujeto el individuo, producto de sí y para sí; permitiendo la propuesta de romper el velo que cubre al O/otro.

Si la realidad dibujada por Él en Spinetta representa la “libertad” dada, también corresponde un obstáculo para esa castración, para la autotrascendencia de Ella como objeto al individuo como sujeto; más que reconocer el orden simbólico que estructura la realidad, hay que comprender cómo nos penetra y nos hace. La lectura sartreana pone al sujeto como una fuerza de negatividad autotrascendente nunca idéntica a sí misma, impartiendo un establecimiento de cambio con respecto del ejercicio del reconocimiento de sí y el ejercicio de sí como sujeto, de su libertad. Dicho reconocimiento pretende el entendimiento y la capacidad de involucrarse por parte del individuo con todas las variables y situaciones que lo atraviesan, a partir de su posibilidad y su deseo. A diferencia de la aceptación de su realidad como narrativa individual innegable de su sujeto, el individuo no se resigna a ser lo que es, sino que busca la posibilidad de ser, desplegando sus posibilidades para atravesar la frontera de su nombre y probarse en otra idiosincracia; ejerciendo su libertad para autotrascender.

La significación de la lectura propia está dada por la posibilidad y manera de reconocimiento del O/otro como constitutivo en mi. “Lo desconocido debe ser conocido como sí mismo, antes de ser reconocido correctamente” (Mckenna, 1971), puesto que la existencia del individuo como sujeto está basada en la apertura a una otredad irreductible y trascendente (Lévinas, 1977), que da la posibilidad de ser. La concepción judeocristiana ha hecho mucho daño con su entendimiento desnaturalizante del O/otro, dando en el prójimo concebido como igual a mi “Yo”, como una imagen especular e insondable que no puedo comprender. La posibilidad de un “Yo” como sujeto está dada por la imposibilidad de su absoluto fundamentado en sí mismo, éste está en constante autoengaño, como decía Lacan; está en permanente tensión con un O/otro impenetrable (Lévinas, 1977). La relación está mediada por el límite del lenguaje. Como ese O/otro es inalcanzable, me veo reducido a entender de él lo que pueda expresar de su experimentación subjetiva de la realidad. Es imposible saber tanto qué desea, como qué siente el otro, a menos de que me lo comunique o se me manifieste explícitamente.

Entonces la libertad mediada por esa otredad está dada únicamente a través de un quiebre en la brecha que vuelve al otro insondable. El volver al otro una incógnita para su re-conocimiento ahora luego de su conocimiento, de su primer enfrentamiento con nosotros, es lo que hace posible la libertad autotrascendente del individuo; la intersubjetividad. El individuo puede constituirse como sujeto libre solo por el encuentro con otro sujeto libre. El O/otro no es la verdad de mi autotrascendencia, el individuo como sujeto debe reconocer que el Poder trascendental que lo resiste, es suyo; su posibilidad es de sí y para sí. Como se encuentra descentrado en un primer momento y no puede asumir el abismo de su centro, debe re-conocer al O/otro entre tanto se enfrenta a su abismo por como es en sí mismo. El abismo del O/otro da lugar a la causa del sujeto.

Como la dependencia del O/otro es un paso en el camino hacia el reconocimiento pleno hegeliano, al reconocimiento del sujeto en su O/otro, resulta en un vehículo para la apropiación plena del  O/otro por medio de su condición de objeto y sujeto en su subjetividad. No se le debe ver como un obstáculo o mero objeto para la trascendencia, el ejercicio trascendente se encuentra en el movimiento ético en el que se presente la posibilidad de trascender con la ayuda del O/otro, que yo permita que las posibilidades del otro se desplieguen en mí y las mías en él; en el que haya una construcción mutua de intersubjetividad. El segundo paso es re-conocer.

Por más de que esté dispuesto a conocer y re-conocer al O/otro en la unidad de su otredad, no podré acceder a él sino por la posibilidad de aprehender que me dan mis límites orgánicos. La comprensión de que por más de que veamos y experimentemos la misma fantasía consciente, cada una de las experiencias subjetivas son ontológica y metafísicamente diferentes, se ve necesario para naturalizar y entender al O/otro en un mutuo ejercicio humano de libertad. El lenguaje nos permite crear una asociación de concepciones abstractas que dan sentido a nuestra experiencia de vida,  pero la universalidad presupuesta de estos, desplaza sistemáticamente a quienes no experimentan el mundo en condiciones “normales”. El solo hecho de ser de una estatura u otra cambia radicalmente la perspectiva espacial y cinética de las cosas en el espacio, mucho más si hay ausencia o disminución de los sentidos. Aunque podamos ver el Pantone en toda su gama, cada una de esas gamas en los colores son distintas en la percepción individual del ojo humano, el verde o el amarillo que usted ve no es el mismo que veo yo o que ve otro; el proceso de simbolización y de ordenamiento lógico permite creer en la idea del color y darle una experimentación subjetiva.

Es por esto que la comunicación se ve imprescindible en el momento de la trascendencia por medio de la intersubjetividad. Por más de tener la posibilidad de experimentar la “misma” sensación, no puedo saber la magnitud del dolor que siente el otro, ni puedo saber cuánto frío siente o cómo lo siente, o qué tan duro escucha algo, o qué tan disruptivo es algo para él, por lo cual me veré sujeto directamente a la trasmisión que me dé sobre su experimentación subjetiva de esa realidad en el contexto que la atraviese. El cómo hago uso del lenguaje y mi expresión por medio de lo lingüístico corresponden mi manera de entender el mundo, pero más importante, corresponden a cómo me siento en él. Hay que prestar atención a la articulación de las palabras, cómo y cuándo se dicen, cómo y cuándo se usan; en el uso del lenguaje está la clave del entendimiento de la subjetividad de sí y del O/otro. El reconocimiento de mí está en el entendimiento del O/otro también como experimentador subjetivo en búsqueda de su autotrascendencia.

Por medio del diálogo y el intercambio de significaciones se puede encontrar y dar orden a sentires y pensamientos que no se pueden traducir fácilmente. Pretender evitar el autoritarismo emocional disfrazado de una “empatía” que en realidad, es la proyección de mi ego, significa parar la desnaturalización del otro y reconocerle su subjetividad; no porque conozca alguien de toda la vida significa que puedo pretender establecer una condición de su sentir, reconocer la naturaleza cambiante de los seres es clave para el ejercicio de la libertad, ergo la autotrascendencia. Hay que hacer un esfuerzo y salir del caparazón que es mi uso propio del lenguaje, y buscar comunicarnos al entender el lenguaje del otro; para que cuando queramos volar haya a donde hacerlo, para que cuando hagamos esa llamada haya alguien que conteste.

Referencias

Bayley, E. (1999).  Notas, citas y fragmentos. En Obras. Mondadori, G.

Blake, W. [1793] (2002). El matrimonio del cielo y el infierno. Cátedra.

Lévinas, E. (1977). Totalidad e infinito: ensayo sobre la exterioridad. Sígueme.

Mckenna. T. [1971] (2006). True Hallucinations. [Cinta documental]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=8MG5gFtZ3U8

Spinetta, L. [1987] (2006). “Muchacha ojos de papel”: Desintegración abstracta de la defoliación. La Mano, 1-5. https://rock.com.ar/notas/muchacha-ojos-de-papel-desintegracion-abstracta-de-la-defoliacion

Bibliografía

Hegel, G [1807] (2006). Fenomenología del espíritu. (3.ra ed.) Pre-Textos. 

Hegel, G. [1815] (2000). Escritos pedagógicos (2.a ed.). Fondo de Cultura Económica.

Sartre J. (1943). El ser y la nada. Éditions Gallimard.

Sartre, J. (1972). El Existencialismo es un humanismo. Ediciones Huascar.

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